Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Wednesday, December 16, 2009

La anarquía capitalista y el sufrimiento de las mayorías, Parte 1 de 2

Nota: Artículo publicado originalmente en el semanario Claridad, 10-16 diciembre, 2009

Por: Ian J. Seda Irizarry

A casi dos años del inicio del pánico bancario y el colapso del sistema crediticio y su efecto en el llamado sector real en Estados Unidos, y la diseminación de su impacto a través de las economías del mundo, la discusión actual está enfocada sobre si ya “pasamos lo peor” o si “lo peor está por venir”. Ya anteriormente examinamos los componentes del argumento en el cual se plantea que la economía norteamericana estaba en vías de recuperación (ver “¿La ilusión de la recuperación?”, Claridad, 13 al 19 de agosto, 2009) y criticamos de manera general los análisis que no tomaban en cuenta la interdependencia global, tanto en términos de relaciones entre naciones como en términos de las operaciones del sistema capitalista global como tal.


En este escrito, aparte de proveer datos complementarios sobre el desempeño de la economía estadounidense, queremos mencionar algunos acontecimientos en China que de una manera u otra muestran la interdependencia global. También nos referimos al caso de India dado que, junto con China, es el país al que se mira cuando se habla de una economía exitosa dado que su tasa de crecimiento es una de las más altas del mundo. Hacemos esto, no sólo como una crítica a los análisis económicos basados en crecimiento económico, factor que define si se está en una recesión o depresión, sino porque entendemos que los análisis económicos prevalecientes no trabajan el tema del sistema como tal, sistema que, irrespectivamente de si está en crisis o no, ha demostrado una y otra vez que no trabaja en función a las necesidades de la mayoría.

China e India
Debemos comenzar por señalar la importancia de un país como China en términos de la relación que tiene el volumen de sus exportaciones con la caída del consumo, y por ende de las importaciones, a nivel mundial (EEUU ocupa un papel central como importador de productos chinos y por ende sus problemas económicos impactan la producción en China). Por ejemplo, la caída de las importaciones mundiales causó que a principios del presente año la gigantesca manufacturera de plásticos, Hon Hai, recortara su fuerza laboral de 260,000 a 100,000 empleados (ver “Time to Change the Act”, The Economist, 21 de febrero, págs. 69-71).
En términos de producción no realizada, es harto repetido el ejemplo de los almacenes en China que contienen una cantidad de refrigeradores sin vender equivalente a cerca de tres años de demanda, dato que choca aún más si se toma en cuenta que, según ciertos estimados, la economía China está trabajando a cerca de un 60 por ciento de capacidad.

Aun con todos estos datos se sigue mencionando a China, junto con India, como una economía que sigue experimentando altas tasas de crecimiento económico con relacion a otros países, y de ahí se pasa a hablar de la erosión del poder norteamericano en la economía global. Lo que estas estadísticas no destacan es cómo, en el caso de China, la economía ha tenido que crecer a un ritmo de entre el 8 y 9 por ciento para poder absorber a los más de 25 millones de trabajadores en zonas rurales que se han movido a centros industriales “tratando de escapar la pobreza rural y la desposesión en busca de trabajo asalariado” (la tasa de desempleo en el sector rural es cerca de un 20% mientras que en el sector industrial ronda el 4.5%). Y es que algunos factores importantes que han causado estas dinámicas son: el colapso en los mercados para exportaciones, la caída en la inversión foránea de más de un 25%, los recortes en personal en muchas industrias que no pueden vender sus productos y la expropiación de terrenos por parte del estado para ponerlos al servicio del capital (ver McNally, D. “From Financial Crisis to World Slump: Accumulation, Financialisation, and the Global Slowdown, Historical Materialism, Vol. 17, No. 2, pág 39).

El caso de India es interesante para observar un proceso de crisis interna parecido al que experimenta China. Los gobiernos estatales, controlados por el partido comunista, sacan a campesinos de sus tierras con el fin de facilitar la construcción de infraestructura que atraiga inversiones de capital multinacional, especialmente para la industria de la minería. Este proceso de expropiación y potencial proletarización ha llevado a un choque sangriento entre guerrillas de corte maoísta y el ejército. A nivel nacional se ha comenzado un proceso de persecución contra todo individuo o grupo que se sospeche de tener “vínculos de conspiración” con el campesinado o sus facciones defensoras. En otras palabras, el gobierno le ha declarado la guerra a su propia gente (para un detallado resumen y análisis de lo que allí ocurre, ver el escrito de Arundhati Roy “Mr. Chidambaram’s War”, publicado en http://www.outlookindia.com/article.aspx?262519).

Con estos ejemplos queda claro que mirar a China e India como indicadores de recuperación a partir del dato superficial del crecimiento económico es un grave error, pues ambos países están pasando por un momento de gran inestabilidad social, lo que implica gran sufrimiento para sus poblaciones, asociado con las necesidades del capital dentro de sus fronteras.

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