Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Friday, May 29, 2009

La nominación de Sonia Sotomayor

La nominación de Sonia Sotomayor para el Tribunal Supremo de Estados Unidos ya ha comenzado a provocar las tradicionales discusiones entre abogados sobre la calidad de las decisiones judiciales pasadas de un nominado a dicha posición (ver por ejemplo, aquí). Además, han comenzado a cuestionarse varias de sus expresiones fuera de los tribunales que indican su posición política sobre algunos asuntos. El mismo hecho de que en una conferencia Sotomayor haya expresado que los jueces de apelaciones hacen “política pública” (ver aquí), lo cual debería ser obvio (ver aquí), ha causado un gran revuelo entre los comentaristas que se aferran a la idea de que los jueces no hacen otra cosa que interpretar leyes. Igualmente, su posición en un artículo en cuanto al rol que juega la raza y el género de un juez en la toma de desisiones jurídicas (ver aquí, y para un análisis mucho más interesante de otra parte de ese artículo muy poco mencionada, ver aquí), o de que en su tesis de bachillerato en Yale se hubiese expresado a favor de la independencia de Puerto Rico (ver aquí), se han convertido en objetos de discusión en un sistema mediático que vive de vender controversias. También se ha enfatizado la importancia del nombramiento de una puertorriqueña al máximo organismo judicial de los EEUU, lo que para los puertorriqueños, naturalmente, ha sido el centro de la discusión (para un análisis interesante, ver aquí).

No pretendemos negar los méritos de Sotomayor o la satisfacción que se pueda sentir frente al hecho de que la hija de dos puertorriqueños que emigraron a EEUU a mediados del siglo pasado, criada en un residencial público del Bronx, tenga ahora la posibilidad de ocupar una de las principales posiciones en la estructura gubernamental de ese país. Sin embargo, nos parece importante señalar lo siguiente. Los nombramientos de minorías o de personas pertenecientes a grupos históricamente subordinados a puestos gubernamentales siempre se presentan como victorias substanciales, pues se piensa que a partir de ese momento estos grupos tendrán un verdadero representante en una posición de poder. Pero no puede perderse de vista que el ser nombrado al Tribunal Supremo de Estados Unidos, o a cualquier otra posición de poder, como lo es la presidencia de EEUU, supone estar llamado a ser parte de los más altos componente de una estructura gubernamental que oculta, bajo la apariencia de igualdad del "estado liberal de derecho", importantes relaciones de poder. Relaciones en las que grandes sectores de la población, sobre todo aquellos con transfondos de clase similares a los de Sotomayor, ocupan el lugar menos privilegiado. En ese sentido, no se trata de que los grupos subordinados ahora vayan a tener en el Tribunal Supremo a alguien cuya función será proteger sus intereses, sino de que una persona que pertenece a un grupo históricamente subordinado, ha sido llamada a formar parte del aparato jurídico que, al menos en parte, sostiene esas relaciones de subordinación.
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Thursday, May 21, 2009

La soberanía más allá del estado como actor

Algunos independentistas definen la soberanía desde la perspectiva de las relaciones internacionales como el poder que tiene un estado para gobernarse. Por tanto, para que haya soberanía no puede haber un poder externo que subordine al estado a su voluntad. Un país es independiente cuando no se encuentra subordinado a otro poder y, cuando hay otro poder doblegándolo, es una colonia.

Esta concepción de soberanía permite desenredar los líos que arman los colonialistas Populares sobre qué significa tener soberanía. No somos soberanos y no podemos serlo mientras EEUU someta a Puerto Rico a sus instituciones. También podríamos argumentar que no somos ni seremos soberanos mientras estemos sometidos a los dictados del mercado capitalista internacional o de las compañías transnacionales.

Sin embargo, es peligroso limitarnos a ver al estado como un actor que se gobierna a sí mismo. No podemos perder de vista que el que en realidad actúa y se regula a sí mismo, por medio del estado, es el ser humano. En primer lugar, si sólo miramos al estado asumimos acríticamente la posición privilegiada de los grupos dominantes, desde la que lo importante es lo que ellos puedan hacer con el estado y no los problemas concretos de la gente. Desarrollar una estrategia propia, es decir, anti-colonial, se vuelve imposible. Si nos limitamos a ver al estado sin las relaciones sociales que lo componen, perdemos de vista que hay estados que independientemente de que estén sometidos a un poder externo o no, están constituidos de tal manera que aún siendo creaciones del ser humano (y, por lo tanto, debiendo estar a su servicio), terminan dominándolo. Se vuelven poderes internamente externos. Si reducimos el problema de la soberanía al estado que se gobierna a sí mismo, facilitamos además la concepción de la comunidad internacional como una de individuos en igualdad de condiciones, ocultando así el problema fundamental de la interdependencia basada en relaciones de poder, tanto a nivel de la hegemonía estadounidense, que hace que otros países supuestamente soberanos se sometan a sus instituciones, como del capital transnacional, que incluso supedita a los poderosos EEUU a sus necesidades.

Los independentistas necesitamos que nuestra concepción de soberanía tome en cuenta y sea capaz de explicar estos problemas para luchar por una soberanía verdadera, atacando las múltiples dimensiones del colonialismo. Tenemos que concebir al estado como actor para entender las relaciones internacionales, pero esta concepción no puede ocultar cómo los individuos utilizan los poderes del estado, así como de estructuras supraestatales, para resolver sus problemas, dándoles así vida.

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Saturday, May 16, 2009

Las nuevas consultas de estatus: ¿Cuál es el problema?

Según publica la prensa, el Comisionado Residente en Washington, Pedro Pierluisi, propone presentar en los próximos días ante el Congreso un proyecto de ley que permitiría la celebración en Puerto Rico de un nuevo plebiscito sobre el estatus. A diferencia de plebiscitos anteriores, la legislación propuesta por Pierluisi requiere dos procesos electorales distintos. En la primera consulta, se le preguntaría a los electores si quieren (o no) continuar el actual estatus territorial. Si los electores se expresaran en contra del estatus actual, se celebraría una segunda consulta en la cual se seleccionaría entre las alternativas reconocidas por las Naciones Unidas (integración, independencia y libre asociación).

Las críticas más obvias en contra de dicha propuesta ya las hemos escuchado: que no se cuenta con los votos en el Congreso; que Estados Unidos nunca estará dispuesto a comprometerse de antemano a respetar el resultado de un plebiscito en el cual una de las opciones sea la estadidad; que los plebiscitos no funcionan como mecanismo para resolver el problema de estatus; que este plebiscito es un truco electoral para eliminar de la papeleta al Estado Libre Asociado y lograr así una mayoría artificial a favor de la estadidad, entre otras. El problema fundamental del proyecto de Pierluisi, sin embargo, es que asume al colonialismo como una alternativa política legítima.

En otras palabras, el proyecto reconoce el derecho del pueblo a decidir 'libre y democráticamente' si quiere continuar una relación colonial (si quiere seguir siendo un territorio o no). Tal posición contradice tanto la idea de libertad como la idea de democracia: ambos conceptos, además de ser incompatibles con el colonialismo, tienen como límite su propia negación. Dicho de otra manera, el concepto 'libertad' no incluye el derecho a decidir no ser libre, pues dicho 'derecho' implica la negación de la libertad; decidir a través del voto dejar de gobernarse a sí mismo, no constituye un ejercicio democrático, pues implica dejar de vivir en una democracia. Así mismo, un proceso electoral en el cual el colonialismo aparece como una alternativa válida, como una de las opciones que serían 'respetadas' por el imperio, difícilmente podría calificarse de descolonizador.
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Tuesday, May 12, 2009

La situación del trabajo y el trabajador en este 1ro de mayo, parte 3, sección 1

Nota: La Parte 3 está dividida en 3 secciones y aquí les brindamos la primera de ellas.

Sección 1: El periodo reformista como antesala al neoliberalismo

La crisis global y la crisis del modelo colonial en Puerto Rico no son excepciones a la regla o exabruptos de lo que para sus defensores es un sistema, por lo general, justo y coherente, sino la manifestación más clara de la irracionalidad que es la norma del capitalismo y de todo sistema imperial. No podemos conformarnos con explicaciones por parte de intelectuales que sólo ven la naturaleza humana en el capitalismo o en la colonia, por lo que se limitan a ver movimientos cíclicos, pendulares o de eternas luchas entre el bien y el mal o entre el orden y el desorden. Esto a lo que lleva es a conformarse con bregar dentro de las posibilidades de la reforma con el supuesto de adelantar las posiciones de los trabajadores y trabajadoras, pero adelantarlas siempre y cuando sigamos dentro del capitalismo y su coloniaje. La nueva crisis mucho menos nos autoriza a cruzarnos de brazos en espera de que la misma locura del sistema lo desgarre. Tenemos que mirar más allá de la premisa de que el capitalismo y el coloniaje son las condiciones indispensables para poder proponer soluciones eficaces. Para esto nos corresponde explicar de qué manera específica se organizó el capitalismo neoliberal que está en crisis ahora.

No pretendemos cubrir todos los detalles de lo que es un problema complejísimo, sino resaltar algunas de las tensiones básicas, generadas por la subordinación de los trabajadores y trabajadoras, que hacen que el sistema entre en crisis. La etapa de la posguerra, momento donde Estados Unidos se convirtió en el indiscutible epicentro del capitalismo mundial, ya contiene el germen de la subsiguiente etapa neoliberal. Al ver cómo esta etapa sienta las bases para la crisis de hoy, vemos de paso cómo el reformismo, que trabaja sólo dentro de los límites del sistema, si bien le ganó muchas concesiones a los trabajadores y trabajadoras en esta etapa que logró dominar, fracasó en fortalecer la posición de éstos para que pudieran mantener los adelantos logrados; lo que sí logró fue fortalecer la posición del capital frente al trabajo.

El acuerdo firmado en Bretón Woods, New Hampshire en 1944 entre banqueros, economistas y representantes de varios países fue lo que marcó las nuevas reglas de juego para el capitalismo global, donde el dólar iba a ser el eje alrededor del cual iba a girar el nuevo orden monetario internacional. De ese evento también surgieron dos instituciones íntimamente ligadas con Washington y que desempeñaron un papel muy importante en el curso de la historia tanto en la etapa reformista como en la etapa neoliberal: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Por otro lado, el Plan Marshall facilitó los medios para la reconstrucción de las economías destruidas por el conflicto bélico, lo que brindó a los Estados Unidos una creciente demanda foránea de sus productos (según ciertos estimados, Estados Unidos producía más del 50% de los productos industriales mundiales luego de la guerra), además de detener la avanzada de movimientos anticapitalistas en el exterior en el contexto de la guerra fría.

El capitalismo norteamericano parecía garantizar un ambiente relativamente estable dentro del cual la inversión, el comercio y la producción podían crecer rápidamente a través de gran parte del mundo. La llamada “época dorada” del capitalismo representó para muchos reformistas la confirmación de que las intervenciones del gobierno no sólo podían sacar a la economía mundial de la depresión de los 30, sino que también podían evitar los movimientos cíclicos que habían caracterizado la historia del sistema. Este éxito era celebrado aún más cuando se señalaban los crecientes niveles de vida material a los que estaban expuestos especialmente la mayoría de los estadounidenses, independientemente de que no tenían ni voz ni voto sobre el fruto de su trabajo, o lo que es igual, ningún control directo.

Es importante notar que no podemos explicar la materialización del llamado "excepcionalismo americano", donde una parte sustancial de la población se benefició de una manera u otra, enfocándonos solamente en el rearreglo internacional luego de la Segunda Guerra Mundial. También es importante comprender el papel del reformismo, que logró un pacto entre el capital corporativo y el sector laboral unionado dentro de la sociedad estadounidense, así como en las potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. Si bien el McCarthysmo y legislaciones como el acta Taft-Harley debilitaron a las uniones en EEUU, las mismas lograron posicionarse como entidades con el potencial de obtener concesiones sustanciosas para la clase obrera dado al miedo que había a que resurgieran movimientos sociales radicales como los que se dieron durante la Gran Depresión: muchos de ellos inspirados en ideales marxistas y que cuestionaban la subordinación del trabajo al mercado capitalista. Además, el surgimiento de la Unión Soviética seguía siendo una inspiración latente que debía ser controlada. No obstante, los arreglos entre ambos bandos no alteraron de manera fundamental la forma en que las corporaciones operaban y la forma en que el trabajo seguía siendo subsumido al mercado capitalista. Las corporaciones seguían teniendo control absoluto sobre las decisiones operacionales de la empresa, como por ejemplo, sobre las decisiones acerca de la producción, inversión, desarrollo de tecnología y mercadeo. A cambio de que aceptaran estos poderes gerenciales, a las uniones se les reconocía como representantes legítimos de los intereses inmediatos de los trabajadores y trabajadoras siempre y cuando los mismos no cuestionaran el poder y control de los capitalistas sobre las empresas y, por tanto, sobre la producción. En otras palabras, las uniones garantizaban una fuerza laboral dócil a cambio de mejores condiciones de trabajo, mejores oportunidades de conseguir empleo y salarios crecientes (en muchos casos no sólo ajustados por inflación, sino también por aumentos en la productividad de los trabajadores). La otorgación de todos estos beneficios fue en gran medida posible gracias a los aumentos en productividad (la reducción del costo por unidad producida) y la situación geopolítica de EEUU durante el periodo posguerra, que duró aproximadamente 20 años.

El periodo neoliberal hizo su entrada cuando la rentabilidad de las corporaciones se estancó, por lo que se adoptaron políticas que llevaron al desmantelamiento del acuerdo entre capital y trabajo que acabamos de examinar. Los países destruidos durante la Segunda Guerra Mundial habían terminado su reconstrucción y alcanzado a EEUU en términos de crecimiento capitalista. Este logro fue posible, entre otras cosas, gracias al desarrollo que EEUU mismo promovió en ellos para poder fortalecer a sus aliados contra los soviéticos y poder nuevamente competir con ellos. Al aumentar la producción mundial, la competencia fue mayormente a base de precios y el salario de los trabajadores y trabajadoras como costo de producción imputado al precio de venta, se convertía de manera más explícita en un ente antagónico a las ganancias capitalistas. Es decir, salía a flote que bajo esas nuevas circunstancias ambas variables no podían moverse en la misma dirección de manera sostenida. Esto es fundamental para explicar el estancamiento en los salarios reales estadounidenses por las últimas tres décadas.

La situación se complica cuando se requiere una creciente demanda que pueda absorber toda esa producción global y es aquí cuando el capitalismo se reorganiza y eleva el papel del crédito a una posición fundamental. La deuda se convierte en el nuevo vehículo para garantizar que haya un equilibrio entre producción y ventas. Al trabajador se le provee un mayor poder adquisitivo vía crédito en lugar de aumentar sus salarios. Esta alternativa es importante dada la cultura de consumo desarrollada durante la edad de oro, donde al trabajador se le había acostumbrado a experimentar niveles crecientes en los estándares de vida gracias a los aumentos en productividad y en salario. Los capitalistas dejaron de pagar mejores sueldos y, por consiguiente, estos se estancaron, y se abrió la puerta a la dependencia del trabajador en el crédito. Desde el punto de vista del capitalista, el interés devengado de los préstamos era una manera más fácil de capitalizar que el proceso descrito anteriormente donde le compra la fuerza de trabajo a los trabajadores y trabajadoras y se apropia del valor del producto total, valor que excede el valor de esa fuerza de trabajo que compró.

El capitalismo orientado a aumentos en la demanda vía aumentos en el consumo, para estimular la producción, que a su vez lleva al sistema a una posición de empleo pleno (postulados fundamentales del keynesianismo), fue posible gracias a las inversiones de la posguerra, el acuerdo entre capital y trabajo, y el régimen de Bretón Woods. A nivel nacional los ingredientes institucionales del keynesianismo junto con sus correspondientes estructuras internacionales, dieron paso a que surgiera otra de las características particulares del periodo neoliberal: el capital transnacional y su articulación vía las empresas multinacionales. Al aumentar el grado de competencia luego de la recuperación europea y japonesa, muchos firmas dentro de varios de los sectores industriales buscaron localizarse en sitios más rentables.

El proceso de relocalización contribuyó a que el sector obrero fuese perdiendo fuerza ya que se iban perdiendo empleos, cosa que ayudó a frenar el crecimiento en salarios dado, entre varios factores, a la erosión en el poder de regateo del sector laboral, pero, como mencionamos anteriormente, el que se haya facilitado crédito a los trabajadores y trabajadoras sustituyó los aumentos en salarios para que continuara la demanda de más y más bienes y servicios, cosa que a su vez puso presiones inflacionarias en el sistema. De hecho, una de las características del periodo neoliberal es un aumento tanto en el desempleo como en la tasa de inflación, dos instrumentos asociados con disciplinar a la clase trabajadora, cuyos beneficios crecientes ponían en peligro a las ganancias corporativas dado el nuevo ambiente competitivo a nivel internacional.

En fin, el acuerdo feliz entre el capital y el trabajo había terminado unilateralmente a principios de los '70 con la reorganización del sistema en busca de mantener su rentabilidad. La transición fue posible gracias al surgimiento de compañías multinacionales y a la extensión de crédito dentro del andamiaje monetario internacional, desarrollado alrededor del papel hegemónico de la economía estadounidense. El hecho de que los trabajadores y trabajadoras no tuvieran ningún derecho sobre el desarrollo de estas estructuras y la manera como cayeron las concesiones del pacto dejan claro que los trabajadores y trabajadoras, aun con todo lo obtenido en el periodo reformista, no sólo seguían produciendo de acuerdo a las necesidades de los capitalistas, sino que no desarrollaron sus propias condiciones para hacerle frente al capital y hacerse dueños de su propio destino.
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Wednesday, May 6, 2009

¿Es la libre asociación superior a la independencia?

Los que están dispuestos a defender la libre asociación y la “delegación de competencias” a Estados Unidos, no han explicado porqué esa opción es superior a la independencia. No basta con simplemente decir, como dicen muchos, que la libre asociación 'refleja mejor las aspiraciones históricas de nuestro pueblo'. Dicha respuesta, además de no constituir argumento alguno a favor de la conveniencia de la libre asociación, olvida que esas “aspiraciones históricas” (si es que verdaderamente coincidieran con un reclamo de libre asociación), no se desarrollan en un vacío, sino que son el producto de relaciones complejas, que incluyen al propio colonialismo y a las posturas de los líderes políticos en los que el pueblo ha confiado en determinados momentos. El que la libre asociación sea más viable que la independencia en términos electorales es simplemente la enunciación de un hecho empírico, de una cosa aparente, pero no dice nada a favor de esta fórmula política. Por ejemplo, el hecho de que en algún momento pareciera obvio que una parte considerable del pueblo aspirara a una dictadura militar, no constituiría una razón para nosotros apoyar la dictadura ni para decir que la dictadura es superior a la democracia. Por el contrario, sería una razón urgente para, a través del trabajo de base, intentar movilizar a la población hacia otras posiciones políticas. Y, por supuesto, esa debería ser la prioridad del movimiento independentista.
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Friday, May 1, 2009

La situación del trabajo y el trabajador en este 1ro de mayo, parte 2

Nota: Este artículo lo hemos dividido en 3 partes que publicaremos durante el resto de la semana. La primera parte le sigue a éste texto.

La crisis capitalista y la reforma: todo cambia menos la subordinación del trabajo

Las crisis vienen cuando la manera en que el capital ha ido organizando las condiciones para explotar al/a la trabajador/a se vuelve inefectiva, porque las mismas necesidades que va creando el/la trabajador/a hacen que el sistema tenga que atender demasiados problemas como para que sea rentable al capitalista. El problema es típico de cualquier sistema imperial, pues trata de imponer las necesidades de uno sobre las necesidades de muchos y esto no se puede mantener intacto por mucho tiempo. El que está en el poder se vuelve insensible a las necesidades de la mayoría, las cuales se vuelven mayores y más complejas, por lo que periódicamente hacen falta reformas. El trabajo, subordinado al mercado capitalista como fuerza de trabajo que se vende, va logrando desarrollos tecnológicos y políticos según lo que requiere el capitalismo, pero con el tiempo van surgiendo problemas ineludibles para los que la manera en la que el capital organizó la sociedad originalmente no tiene solución efectiva. En esos momentos los capitalistas tienen que buscar la forma de reorganizar toda la sociedad sin cambiar la base del capitalismo: que el/la trabajador/a tenga que vender su capacidad de trabajar y comprar todo lo que necesita de tal forma que los capitalistas puedan emplearlo, pagarle lo que le cuesta reproducir esa mano de obra y quedarse con el valor total de lo que produce (ver parte 1, útlimo párrafo).
El desgaste de las maneras en las que los capitalistas organizan la producción global se complica porque los capitalistas buscan la forma de que la reproducción de capital (tomar el dinero acumulado, comprar herramientas, materiales y mano de obra, producir algo y venderlo para tener más dinero) sea lo más rápida posible, y a menudo el capital acumulado no tiene salida, en especial, si han logrado empobrecer a los trabajadores al punto de que a penas pueden comprar una ínfima parte de toda esa riqueza producida. Entonces encuentran en las arriesgadas acrobacias financieras la forma de quedarse en el reino del dinero y evitar tener que bregar con todo lo que es de este mundo, del trabajo, sobretodo con el/la trabajador/a que suda, se cansa, se enferma; que quiere otras cosas que simplemente hacer chavos; que se rehúsa a seguir el tiempo que marca el oro.

Bajo el ritmo normal de la vida en el capitalismo, como se produce primeramente para aumentar el capital, surgen necesidades enfermizas y se vive en constante insatisfacción y frustración. El/la trabajador/a en su vida cotidiana como asalariado/a no puede ser creativo/a en su trabajo, aprende poco y se hace daño; lo que produce a menudo no lo puede comprar, si lo puede comprar suele estar mal hecho, y si por fin consiguió lo que no podía comprar ya se produjo más riqueza que ahora no puede comprar. Como no controla lo que puede crear pero sigue teniendo la necesidad de crear, encuentra a menudo distracciones obsesivas, muchas de las cuales el capitalismo no tarda en empaquetar y vender. Cuando las crisis estallan, los capitalistas exigen más y mayores sacrificios de los trabajadores y en el peor de los casos los botan y cierran sus fábricas y tiendas con la esperanza de salvar su capital mientras la situación mejora. Pero como los trabajadores no pueden comprar, no hace sentido que ningún capitalista ponga su capital "a producir". Mientras tanto, las cosas que los trabajadores necesitan no se producen, y las que ya están producidas (incluyendo las herramientas y los materiales para producir) se guardan bajo llave mientras los trabajadores pasan sus peores miserias.

En este punto los capitalistas no pierden tiempo en movilizar al resto de la sociedad para que venga a su rescate. Esto no suele ser difícil cuando todo el mundo de hecho necesita que el capital circule. No hay que olvidar que bajo este arreglo, como único uno puede satisfacer las necesidades propias es satisfaciendo las del capital. Por esto, los intelectuales reformistas ya tienen casi todo el trabajo hecho, puesto que la gente nota que si el capital no se mueve para emplearlos, la vida empeorará.

Los reformistas que más simpatizan con los trabajadores y que están al tanto de la lógica del sistema reconocen en este punto que aunque el capitalismo explota y nos tiene que llevar a otra crisis, tenemos que salvarlo porque no podemos llegar a una sociedad radicalmente distinta si antes no resolvemos los problemas inmediatos. Esto es cierto, pero la manera de atacar los problemas inmediatos no puede depender por completo de que el capital nos explote. Necesitamos resolver los problemas inmediatos estableciendo las condiciones básicas de las cuales depende la sociedad que queremos, donde el trabajo no está subordinado a sus creaciones. Es lo mismo que con cualquier proyecto: si uno quiere hacer una mesa redonda, por ejemplo, no agarra las herramientas, los materiales, las técnicas y los planos que uno usa para hacer un banco y al final dice: "por lo menos podemos comer sobre él". Si lo único que uno tiene son las condiciones con los medios para hacer lo de siempre uno los tiene que cambiar de manera que correspondan al fin que uno persigue.

El rumbo que tomará la reorganización de la crisis e incluso si será victoriosa o no dependerá de qué tan bien estén organizados los trabajadores. Cuando sus líderes e intelectuales se limitan a usar el plano basado en el capitalismo, no importa cuán bien organizados estén, es cuestión de conseguir concesiones--que por lo general ellos disfrutan más que nadie--y esperar entonces por el tiempo del imperio, el movimiento cíclico, la vuelta del péndulo o el eterno retorno para entonces supuestamente volver a tener otro adelanto. Este cuento lo hacen en todas las crisis y aquí estamos de nuevo. Si hay péndulos, movimientos cíclicos y eternos retornos es en buena medida gracias a la implementación de esos cuentos. Cuando por el contrario, se desarrollan los líderes e intelectuales que toman seriamente el plan de una sociedad nueva--un plan que teniendo como centro el trabajo no está escrito en piedra como el que tiene por centro el capital, sino que es dinámico--, no sólo se consiguen concesiones que resuelven los problemas inmediatos, también comienzan a desarrollarse las estructuras que anuncian la sociedad nueva.
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