Las últimas elecciones fueron un
ejemplo de participación democrática, debido a la presencia de la mayor
cantidad de partidos en una contienda electoral desde 1972. El resultado arrojó
luz sobre las estrategias que se deben seguir para los próximos eventos
electorales. A nivel ejecutivo, el bipartidismo cerrado se consolidó como
modelo hegemónico en Puerto Rico. Entre los dos partidos mayoritarios
obtuvieron cerca del 95% de los votos. En la papeleta legislativa, a pesar de
un par de resultados satisfactorios aunque no positivos (como el de María de
Lourdes Santiago), los partidos emergentes no fueron capaces de romper con la
presencia exclusivamente bipartita de los partidos hegemónicos. En el plano
municipal, a pesar de que se concretaron alianzas interesantes para algunas
alcaldías, el 100% de las alcaldías recae sobre el Partido Popular Democrático
o el Partido Nuevo Progresista.
Estos
resultados levantan varias interrogantes: ¿Deben los partidos emergentes unirse
en un solo frente electoral?, ¿Deben presentar candidatos a gobernador?, ¿Debe
darse por sentado que los puertorriqueños apoyan el sistema bipartita, por lo
que debemos integrarnos al PNP o al PPD? Estas interrogantes requieren
reflexión profunda, y probablemente haga falta más de una columna para
responder a cada una de ellas. Sin embargo, hay unos apuntes que se deben
establecer para lograr “romper el cerco electoral”, y reorientar los proyectos
políticos de cara a los próximos comicios.
El
primer punto de análisis es enmendar el Código Electoral. En el mismo, se
eliminaron los partidos coaligados, lo cual dificulta establecer candidaturas
unitarias sin entrar en un debate por la identidad organizativa. ¿Por qué no
podemos tener un mismo candidato para el PIP y para el MUS, y que su foto
aparezca bajo ambas insignias? De esta manera, un voto íntegro por el PIP le
daría el voto al susodicho, y un voto por el MUS haría lo mismo. Así, ningún
partido tendría que cruzar líneas partidistas para apoyar candidatos que
representen un interés común para más de un partido.
En la actualidad, las alianzas se concretan
con el apoyo a una persona que está en otro partido, pero si restablecemos los
partidos coaligados, podríamos tener un candidato bajo más de una insignia, lo
que facilitaría los pactos electorales.
Otro
tema imperativo para futuros procesos electorales, es saber dónde poner los
recursos disponibles. La estructura de los partidos en Puerto Rico ha sido
tradicionalmente poli-clasista. En un mismo partido militan profesionales,
empresarios, obreros, estudiantes, retirados y personas desplazadas de la
fuerza laboral. Por lo tanto, si existen políticos dentro de los partidos que
representan cada uno de estos grupos, será necesario reflexionar cuáles son las
personas que no se sienten representadas, y buscan una tercera alternativa
política. En el caso del Partido Independentista Puertorriqueño, históricamente
ha registrado un promedio menor del 5% en la papeleta ejecutiva, sin embargo
tiene un promedio de 10% en la papeleta legislativa, teniendo representación
legislativa ininterrumpida hasta el 2008. Esto implica, que ante la falta de
una segunda vuelta electoral, los partidos emergentes deben concentrarse en
contiendas en las que puedan ganar mayor exposición y representación electoral
como las contiendas legislativas estatales y municipales. La presencia
permanente de candidatos electos para puestos legislativos le permitirá dar
ejemplo de trabajo político por los sectores que representan, y dan paso a la
creación de candidatos presidenciables con credibilidad y exposición mediática.
Por
último, los partidos emergentes deberán concentrar sus esfuerzos permanentes en
levantar fondos. Las campañas mediáticas son costosas, la educación política
también. Sin importar el rumbo que escojan los individuos para insertarse en la
arena política, deben reconocer la cantidad de recursos que consumen los procesos,
y que la gran mayoría de los partidos emergentes exitosos alrededor del mundo
necesitan aportaciones de sus militantes y simpatizantes, además de los fondos
gubernamentales, para crear grupos de trabajo, círculos de estudio y conseguir
las herramientas necesarias para ganar adeptos apelando al discurso que se
defienda. Estos individuos deben evitar caer en el pesimismo por la pérdida de
euforia en la participación política, ya que de lo que se trata es de continuar
abriendo los espacios democráticos y participativos para evitar la concentración
de poder en pocas manos.
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