Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Monday, April 27, 2009

De Alianzas y Congresos Pro Independencia

Poco a poco la idea de convocar un Tercer Congreso Pro Independencia va tomando fuerza entre algunos grupos independentistas. Según Carlos Gallisá, uno de sus principales proponentes (entre estos también se encuentran Noel Colón Martínez y Juan Mari Brás), el Tercer Congreso tiene como uno de sus objetivos principales “trabajar alianzas con sectores mas allá del independentismo, entiéndase los soberanistas del PPD, las organizaciones comunales, ambientales y otras que viabilicen un plan de acción conjunto que sirva de base para la tan necesaria oposición en un frente amplio descolonizador y de justicia social” (ver aquí).

Presentado como secuela histórica a los Congresos Pro Independencia de 1943 y 1944, es innegable que esta iniciativa tiene como mínimo el potencial de crear gran entusiasmo entre el movimiento independentista. Quisieramos referirnos brevemente a la idea de las alianzas, en particular la propuesta alianza con "los soberanistas del PPD”, la cual ocupa un lugar prominente en la mayoría de las propuestas sobre el Tercer Congreso Pro Independencia. Debemos dejar claro, para comenzar, que no estamos en contra de las alianzas políticas. Por el contrario, creemos que las mismas siempre han sido importantes en la consolidación de movimientos de izquierda, como ha quedado demostrado recientemente en América Latina. No obstante, entendemos que para que un acuerdo político pueda calificarse de alianza, debe por los menos tener dos características principales.

Primero, para todos los efectos prácticos, una alianza debe resultar en la creación de una entidad distinta a los movimientos políticos que la componen. En Uruguay, por ejemplo, el Frente Amplio está compuesto de más de una decena de partidos o agrupaciones políticas. En las elecciones de 1932 en Puerto Rico, el Partido Socialista y el Partido Unión Republicana alcanzaron la mayoría legislativa a través de una alianza conocida como La Coalición (que por supuesto, no era una alianza particularmente progresista). Más recientemente, el Nuevo Movimiento Independentista y el Congreso Nacional Hostosiano conformaron el MINH (Movimiento Independentista Nacional Hostosiano). Pero al menos hasta este momento, los acercamientos entre los independentistas y los soberanistas del PPD se reducen a que los primeros voten por los candidatos de ese partido en las elecciones. Ese fue el caso, por ejemplo, del proceso electoral del 2008. Por supuesto, lo que ocurrió en el 2008 no puede calificarse de “alianza”, sino de un ejemplo de como un partido político fue efectivo en su estrategia de atraer votos de personas no afiliadas al mismo. Una verdadera alianza entre independentistas y soberanistas (si es que esto fuese conveniente, lo cual consideraremos a continuación), requeriría que estos últimos estén dispuestos o a abandonar el PPD y crear junto a los que favorecen la independencia otra agrupación política, o a subordinar el PPD a las directrices de una entidad nueva (que estaría también dirigida por independentistas). Ambas posibilidades son en extremo improbables: si algo han demostrado los llamados “soberanistas” del PPD es su profunda lealtad al partido (hasta el punto de que han llegado a imaginarse que el PPD ha sido “soberanista” desde la década del 50', ver aquí).

La segunda característica que debe tener un acuerdo político para poder calificarse de alianza, es que el mismo debe avanzar los intereses de cada una de las agrupaciones que lo conforman. El principal interés de los “soberanistas del PPD” es obtener la libre asociación, y el de los independentistas es obtener la independencia (o cuando menos adelantar la independencia). A primera impresión parecería haber una importante coincidencia que justificaría el intento de establecer una alianza: después de todo, ambos grupos apoyan el que Puerto Rico se convierta en un país soberano. Sin embargo, como hemos explicado en otras ocasiones, la “soberanía” de los defensores de la libre asociación ni siquiera satisface los criterios mínimos de la soberanía en el sentido jurídico y mucho menos se acerca a los objetivos de lo que hemos llamado soberanía plena (ver aquí y aquí). Además, aunque parecería evidente que la libre asociación está más cerca de la independencia que el actual Estado Libre Asociado, y por lo tanto apoyar la libre asociación adelanta la independencia, hay fuertes indicios de lo contario. En particular, la soberanía bajo la libre asociación legitimaría la subordinación política de Puerto Rico a Estados Unidos. En otras palabras, el ejercicio de poder de los Estados Unidos en Puerto Rico (las llamadas “competencias” que se le delegarían a ese país a través de un tratado de libre asociación) ya no sería visto como una práctica imperial, sino como la manifestación jurídica del ejercicio del derecho a la libre determinación del pueblo puertorriqueño conforme al derecho internacional. Cuando a esto se le suma el proyecto económico que comparten los proponentes de la libre asociación, es decir, el participar más de lleno en el mercado capitalista internacional a través del poder de entablar tratados comerciales para crear empleos “atrayendo” corporaciones multinacionales a la isla, toda posibilidad de soberanía plena se desvanece.

Si bien el Tercer Congreso Pro Independencia es una iniciativa interesante, su principal objetivo no puede ser el entablar alianzas con "los soberanistas del PPD”. El Tercer Congreso debería buscar maneras de fortalecer el trabajo de base, de abrir nuevas posibilidades para que el apoyo a la independencia surga desde abajo. En ese sentido, el promover alianzas con organizaciones comunales y ambientales es sin duda un paso en la dirección correcta. Los independentistas no podemos tener como objetivo lograr que el liderato del PPD (que como partido político tiene una base sólida) apoye la libre asociación, sino desarrollar las condiciones para que el pueblo vea en la independencia la posibilidad real de resolver sus problemas.

7 comments:

  1. Joel: Has sido muy elegante al incluir a las personas que mencionas en el primer párrafo entre los independentistas. Son Populares. De todas formas, te felicito por el escrito. Estamos de acuerdo con que los independentistas deben tener como primera prioridad buscar la independencia en vez de tratar de reivindicar al PPD y borrar las páginas de persecución del PPD contra independentismo con el fin hacerlo desaparecer. Todavía esa es la agenda. ¿Asociarse con el enemigo? No produce nada bueno.

    En cuanto a la libre asociación, si se hacen las cosas tal como lo dispone el derecho internacional, debía descolonizar. La LA parte de que dos estados soberanos pacten entre sí un acuerdo de asociación en que cada cual sede alguna parte de su soberanía. Por ejemplo, se le permite a una parte que mantenga una base militar a cambio de una asignación monetaria fija y defensa en caso de un ataque enemigo. Las partes siempre conservan la potestad de dar por terminado el pacto en forma unilateral. Esto es la teoría. La práctica podría ser una trampa colonial más en la que el pez grande se traga al pequeño. Por eso, venga la independencia mil veces.

    En Puerto Rico quienes dicen respaldar la Libre Asociación en realidad parten de sus mismas ataduras coloniales y miedos a la independencia. Que no nos distraiga su música. Pa'lante.

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  2. Muchas gracias por el comentario, J R Bas. Estoy de acuerdo con la mayoría de los puntos que trae, pero me gustaría añadir algo en cuanto a la libre asociación. Mi posición es que el derecho internacional es mucho menos más claro en cuanto a la libre asociación que lo que generalmente se piensa, y que el “derecho a retirarse unilateralmente del tratado” en la práctica es otro cantar. Es cierto que la Resolución 1541(XV) establece que cualquiera de las partes a un tratado de libre asociación puede retirarse unilateralmente, lo cual también es cierto de los tratados internacionales en general. Pero como ocurre en cualquier tipo de tratado mediante el cual dos o más países entran en una relación política y comercial profunda (especialmente si uno de ellos es mucho menos poderoso que el otro) el derecho a retirarse unilateralmente del tratado deja de ser efectivo en la práctica (imagínate lo difícil que sería para México retirarse unilaterlamente del NAFTA, cosa que en estricto derecho podría hacer mañana mismo).

    Independientemente de lo anterior, la Resolución 1541(XV) lo único que dice en cuanto a la sustancia de un tratado de libre asociación es que el mismo debe “respetar la individualidad y las características culturales del territorio y de sus pueblos”. En otras palabras, no establece ningún criterio para determinar cuando un tratado de libre asociación se puede convertir, como dices en el comentario, en “una trampa colonial más en la que el pez grande se traga al pequeño”. En nuestro caso particular, estoy convencido de que la libre asociación implicaría la legitimación de la subordinación política de Puerto Rico a Estados Unidos (el grado de tal subordinación se determinaría en el tratado, pero si los que están al frente de las negociaciones son la misma gente que defiende la libre asociación hoy día, la cosa se ve bastante mal!). Lo que quiero decir con esto es que cuando se habla de libre asociación en Puerto Rico no se dice que la idea es firmar un tratado para que “una parte que mantenga una base militar a cambio de una asignación monetaria fija y defensa en caso de un ataque enemigo”, sino de delegarle a los Estados Unidos poderes para ejercer en la isla (ahora los libreasociacionistas no les llaman poderes, sino competencias). La manera en que se ejercen estos poderes es mediante legislación, es decir, que las leyes federales de los Estados Unidos seguirían aplicando en Puerto Rico en aquellas áreas que se estipulen en el tratado. (No sería una locura, por ejemplo, imaginar a los libreasociacionistas discutiendo si para combatir el narcotráfico deberiamos estipular en el tratado que el derecho criminal federal, el tribunal federal, y el FBI sigan operando en Puerto Rico!). Mientras más “competencias” se deleguen a EEUU (porque EEUU no nos delegaría ninguna a nosotros), más se parecería la libre asociación al Estado Libre Asociado como está ahora, con la diferencia que en vez de la Ley de Relaciones Federales habría un “tratado de libre asociación” y un derecho a “retirarse unilateralmente del tratado”, que difícilmente podría ser ejercido en la práctica.

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  3. Dices:

    "Mientras más “competencias” se deleguen a EEUU (porque EEUU no nos delegaría ninguna a nosotros), más se parecería la libre asociación al Estado Libre Asociado como está ahora, con la diferencia que en vez de la Ley de Relaciones Federales habría un “tratado de libre asociación” y un derecho a “retirarse unilateralmente del tratado”, que difícilmente podría ser ejercido en la práctica."

    Entiendo que otra "virtud" de la LA sería que saca a Puerto Rico de la jurisdicción del Congreso de EEUU bajo la cláusula territorial. Pero estoy de acuerdo contigo en que en la práctica correríamos el mismo peligro de que la LA y el ELA sean hermanos gemelos. Al fin y al cabo, los Populares dicen que el ELA es el resultado de "un pacto bilateral" je je... supongo que en el mismo Puerto Rico accedió a darle todo a EEUU a cambio de ningún otro poder que fuese más allá de decidir si las carreteras se construyen con bitumul o concreto.

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  4. Estoy de acuerdo, de hecho, aquí (http://www.bu.edu/law/faculty/scholarship/workingpapers/Lawson-Sloane-Puerto-Rico.html) puedes ver un artículo muy reciente de dos profesores de Boston University (uno de derecho constitucional y el otro de derecho internacional), que parecen asumir como un hecho que el ELA es una forma de libre asociación bajo el derecho internacional. De hecho, llegan a sugerir que para que no haya confusión, EEUU y Puerto Rico deben suscribir un tratado internacional que sea idéntico al ELA, con el objetivo de evitar ciertos problemas constitucionales que ellos identifican. El artículo tiene varios errores históricos, el más grave está al final de la página 26.

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  5. Joel, me gusto mucho tu escrito, y si te interesa, me gustaria publicarlo en www.libertadpr.com

    Visitanos y mira nuestro proyecto unitario para la independencia.

    Si te animas a dejar que publiquemos este articulo, y otros en el futuro,(lee las guias editoriales), me gustaria que me enviaras una foto tuya (esgoje tu favorita y nosotros la recortamos) y tu organizacion. Si no perteneces a ninguna, te ponemos "No Afiliado" como a Papo Coss este mes.

    Lo importante de tu escrito es que expone de manera sencilla y lógica el principal argumento contra la colaboración colonialista, pero dando opciones racionales de como las alianzas pueden ser útiles.

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  6. Carlos, muchas gracias por el comentario e interés. Te escribí un email a la cuenta de comentarios de libertadpr.com.

    Saludos, Joel

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  7. Mensaje enviado por el amigo Hans Sebastián Perl Matanzo

    En la sala de dos Congresos

    nació y murió mogollón



    "Palo que nace dobla'o

    Jamás su tronco endereza

    ...

    Hay que tener compasión"

    Con los hijos de la represión

    La desesperación

    Y la indiferencia



    La compasión no quita

    Que tengamos que condenar

    Los intentos por rebautizar

    sin cambiar la naturaleza



    No son estos los primeros tiempos en que se escucha insistentemente sobre “auténticos”, “alianzas” y “coaliciones”.



    Ojalá los Muñiz Marín de la vida hubieran tenido una pizca de la valentía y rectitud de Allende, Don Pedro y Simón cuando fueron amenazados con la promesa del prestigio que acompañaría ser padres de un innovador y creativo nuevo modelo para las relaciones entre Estados Unidos y el Hemisferio. Venían resbalando desde el tronco, desde que el liberal republicano Muñoz Rivera se alió con los monárquicos en las postrimerías del Siglo XIX; desde que Santiago Iglesias Pantín rezagó más aun la lucha de los trabajadores; desde que Antonio R. Barceló pospuso y repospuso acudir a la comunidad internacional para responsabilizar al Congreso de Estados Unidos por el estatus colonial que le impone a Puerto Rico.



    Nos toca a nosotros asumir la responsabilidad sobre los asuntos y principios que otros intentaron sacudir o hacer suyos solo en nombre.



    Asumámosla.

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