Nota: Artículo originalmente publicado en Claridad, 23 al 29 de julio del 2009
En muchos de los círculos populares y académicos, la crisis actual es descrita como el último clavo en el ataúd del pensamiento que sostiene que el libre mercado, junto a la propiedad privada, es la institución fundamental que garantiza la mayor prosperidad posible para los seres humanos. Ese pensamiento que se identifica tanto con el “laissez-faire” como con su manifestación contemporánea en el neoliberalismo, presentaba al mercado como un ente “natural” con el cual el gobierno no debería entrometerse. Se postulaba que intervenir en el mercado mediante regulaciones, tarifas, subsidios, y demás políticas socioeconómicas, significaba atentar contra la libertad de los individuos que participan de dicho mercado, sea como productores, consumidores o ambos. Es en esa perspectiva donde más explícita queda la visión de que el capitalismo y la democracia son inseparables.
En muchos de los círculos populares y académicos, la crisis actual es descrita como el último clavo en el ataúd del pensamiento que sostiene que el libre mercado, junto a la propiedad privada, es la institución fundamental que garantiza la mayor prosperidad posible para los seres humanos. Ese pensamiento que se identifica tanto con el “laissez-faire” como con su manifestación contemporánea en el neoliberalismo, presentaba al mercado como un ente “natural” con el cual el gobierno no debería entrometerse. Se postulaba que intervenir en el mercado mediante regulaciones, tarifas, subsidios, y demás políticas socioeconómicas, significaba atentar contra la libertad de los individuos que participan de dicho mercado, sea como productores, consumidores o ambos. Es en esa perspectiva donde más explícita queda la visión de que el capitalismo y la democracia son inseparables.