Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Thursday, April 30, 2009

La situación del trabajo y el trabajador en este 1ro de mayo, Parte 1

Nota: Este artículo lo hemos dividido en 3 partes que publicaremos durante el resto de la semana

La importancia del trabajo

El 1ro de mayo, Día Internacional del Trabajo, representa para muchos un grito de protesta ante las salvajes injusticias y atrocidades que provienen de un sistema donde lo importante no es servirle a la mayoría, sino conseguir la acumulación de más y más ganancias para una minoría que dispone del control (ya sea directo o indirecto) sobre los medios que necesitamos para satisfacer nuestras necesidades. Desde su inspiración inicial en 1886 basada en acortar la jornada de trabajo a ocho horas, hasta el presente con las manifestaciones pro inmigrantes en Estados Unidos, o el paro contra las privatizaciones que el gobierno de Fortuño se prepara a implementar en Puerto Rico, este día sirve de bandera para los distintos grupos y organizaciones en todas las naciones del mundo que reconocen la explotación, dominación y opresión que de una manera u otra se manifiesta en su diario vivir bajo el presente régimen socioeconómico.

Una de esas formas de opresión es el hecho de que la importancia del trabajo no se reconoce. Algunos, los más retrógradas defensores del capitalismo, obvian incluso que el trabajo crea, reproduce y aumenta la riqueza. También ignoran que el trabajo crea los medios y las condiciones necesarias para el capitalismo. Otros, los más reformistas, simplemente limitan las posibilidades del trabajo: se vuelve sólo actividad mental en la mente; actividad que crea normas, contratos e instituciones en un universo institucional; actividad que crea signos y lenguaje en un mundo 'textual'. Lo que todos evaden es que el ser humano de carne y hueso tiene que satisfacer sus necesidades naturales, y que al trabajar con los medios y las condiciones que ha creado para ello, crea en sí mismo la fuerza, la inteligencia, la técnica y el conocimiento que lo abren a nuevas necesidades. La naturaleza del ser humano no es que sea 'racional', egoísta, un otro absoluto, etc. La naturaleza del ser humano es que trabajando crea su propia naturaleza.

En estos momentos en los que el capitalismo está pasando por su crisis más aguda desde la década del treinta, las versiones más retrógradas se han acallado. Han resurgido discusiones de índole reformista donde se discute salvar, arreglar o regular el sistema. Pero lo que necesitamos es un profundo cuestionamiento sobre la necesidad y deseabilidad del sistema capitalista y su lógica. Para ello tenemos que posicionarnos de lleno desde el punto de vista del trabajador.

En el capitalismo, el trabajo se desenvuelve fundamentalmente bajo las condiciones del mercado, las cuales fueron creadas anteriormente. Una vez se desarrollan los medios y la necesidad de expropiar al trabajador, éste queda sin sus antiguas propiedades (ciertamente "libre", pues ya no tiene el apoyo ni las responsabilidades de las relaciones anteriores), y no le queda otro remedio que vender su fuerza de trabajo en el mercado. Con ello, el que se hace dueño de las herramientas y materiales, emplea al trabajador. El trabajador produce la riqueza de la sociedad, pero en vez de recibir el valor de lo que produce, recibe sólo el valor de lo que le cuesta en el mercado adquirir los medios para satisfacer sus necesidades básicas (techo, alimento, educación, entretenimiento, etc.). En otras palabras, al trabajador se le remunera para asegurarse de que sea capaz de regresar a trabajar de la misma manera al otro día. El capitalista aumenta su riqueza cuando emplea a los trabajadores para vender lo que éstos produjeron, les paga lo adeudado, y se queda con la diferencia. A raíz del control que tiene sobre los medios de producción, que en este caso son mercancías que sólo el capitalista puede comprar y organizar para producir, el capitalista le dicta al trabajador qué y cómo producir para que cuando éste aumente la riqueza de la sociedad, aumente el capital. Esto, dicho sea de paso, explica la ceguera de los defensores más fanáticos del capital, pues ven todo desde el reino de la igualdad del mercado sin mirar las injusticias en el trabajo, y explica también la insistencia de los reformistas en crear empleos e incluso empleos que paguen más o el salario justo, pues esto no afecta en nada la raíz del problema.
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Monday, April 27, 2009

De Alianzas y Congresos Pro Independencia

Poco a poco la idea de convocar un Tercer Congreso Pro Independencia va tomando fuerza entre algunos grupos independentistas. Según Carlos Gallisá, uno de sus principales proponentes (entre estos también se encuentran Noel Colón Martínez y Juan Mari Brás), el Tercer Congreso tiene como uno de sus objetivos principales “trabajar alianzas con sectores mas allá del independentismo, entiéndase los soberanistas del PPD, las organizaciones comunales, ambientales y otras que viabilicen un plan de acción conjunto que sirva de base para la tan necesaria oposición en un frente amplio descolonizador y de justicia social” (ver aquí).

Presentado como secuela histórica a los Congresos Pro Independencia de 1943 y 1944, es innegable que esta iniciativa tiene como mínimo el potencial de crear gran entusiasmo entre el movimiento independentista. Quisieramos referirnos brevemente a la idea de las alianzas, en particular la propuesta alianza con "los soberanistas del PPD”, la cual ocupa un lugar prominente en la mayoría de las propuestas sobre el Tercer Congreso Pro Independencia. Debemos dejar claro, para comenzar, que no estamos en contra de las alianzas políticas. Por el contrario, creemos que las mismas siempre han sido importantes en la consolidación de movimientos de izquierda, como ha quedado demostrado recientemente en América Latina. No obstante, entendemos que para que un acuerdo político pueda calificarse de alianza, debe por los menos tener dos características principales.

Primero, para todos los efectos prácticos, una alianza debe resultar en la creación de una entidad distinta a los movimientos políticos que la componen. En Uruguay, por ejemplo, el Frente Amplio está compuesto de más de una decena de partidos o agrupaciones políticas. En las elecciones de 1932 en Puerto Rico, el Partido Socialista y el Partido Unión Republicana alcanzaron la mayoría legislativa a través de una alianza conocida como La Coalición (que por supuesto, no era una alianza particularmente progresista). Más recientemente, el Nuevo Movimiento Independentista y el Congreso Nacional Hostosiano conformaron el MINH (Movimiento Independentista Nacional Hostosiano). Pero al menos hasta este momento, los acercamientos entre los independentistas y los soberanistas del PPD se reducen a que los primeros voten por los candidatos de ese partido en las elecciones. Ese fue el caso, por ejemplo, del proceso electoral del 2008. Por supuesto, lo que ocurrió en el 2008 no puede calificarse de “alianza”, sino de un ejemplo de como un partido político fue efectivo en su estrategia de atraer votos de personas no afiliadas al mismo. Una verdadera alianza entre independentistas y soberanistas (si es que esto fuese conveniente, lo cual consideraremos a continuación), requeriría que estos últimos estén dispuestos o a abandonar el PPD y crear junto a los que favorecen la independencia otra agrupación política, o a subordinar el PPD a las directrices de una entidad nueva (que estaría también dirigida por independentistas). Ambas posibilidades son en extremo improbables: si algo han demostrado los llamados “soberanistas” del PPD es su profunda lealtad al partido (hasta el punto de que han llegado a imaginarse que el PPD ha sido “soberanista” desde la década del 50', ver aquí).

La segunda característica que debe tener un acuerdo político para poder calificarse de alianza, es que el mismo debe avanzar los intereses de cada una de las agrupaciones que lo conforman. El principal interés de los “soberanistas del PPD” es obtener la libre asociación, y el de los independentistas es obtener la independencia (o cuando menos adelantar la independencia). A primera impresión parecería haber una importante coincidencia que justificaría el intento de establecer una alianza: después de todo, ambos grupos apoyan el que Puerto Rico se convierta en un país soberano. Sin embargo, como hemos explicado en otras ocasiones, la “soberanía” de los defensores de la libre asociación ni siquiera satisface los criterios mínimos de la soberanía en el sentido jurídico y mucho menos se acerca a los objetivos de lo que hemos llamado soberanía plena (ver aquí y aquí). Además, aunque parecería evidente que la libre asociación está más cerca de la independencia que el actual Estado Libre Asociado, y por lo tanto apoyar la libre asociación adelanta la independencia, hay fuertes indicios de lo contario. En particular, la soberanía bajo la libre asociación legitimaría la subordinación política de Puerto Rico a Estados Unidos. En otras palabras, el ejercicio de poder de los Estados Unidos en Puerto Rico (las llamadas “competencias” que se le delegarían a ese país a través de un tratado de libre asociación) ya no sería visto como una práctica imperial, sino como la manifestación jurídica del ejercicio del derecho a la libre determinación del pueblo puertorriqueño conforme al derecho internacional. Cuando a esto se le suma el proyecto económico que comparten los proponentes de la libre asociación, es decir, el participar más de lleno en el mercado capitalista internacional a través del poder de entablar tratados comerciales para crear empleos “atrayendo” corporaciones multinacionales a la isla, toda posibilidad de soberanía plena se desvanece.

Si bien el Tercer Congreso Pro Independencia es una iniciativa interesante, su principal objetivo no puede ser el entablar alianzas con "los soberanistas del PPD”. El Tercer Congreso debería buscar maneras de fortalecer el trabajo de base, de abrir nuevas posibilidades para que el apoyo a la independencia surga desde abajo. En ese sentido, el promover alianzas con organizaciones comunales y ambientales es sin duda un paso en la dirección correcta. Los independentistas no podemos tener como objetivo lograr que el liderato del PPD (que como partido político tiene una base sólida) apoye la libre asociación, sino desarrollar las condiciones para que el pueblo vea en la independencia la posibilidad real de resolver sus problemas.
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Friday, April 24, 2009

Soberanía sin Soberanía: Comentario sobre "Elementos Fundamentales en la Educación sobre la Soberanía," de Ángel Israel Rivera, Parte 4

Nota: Este artículo fue escrito por Joel Colón Ríos y Manuel Marqués Bonilla. Lo hemos dividido en cuatro partes que publicaremos durante esta semana. Para leer la primera, segunda, y tercera parte, favor referirse al texto que le sigue a éste.

La necesidad de una lógica no colonial

El problema principal para Rivera es cómo obtener la libre asociación, pero se preocupa además por el problema colonial. No obstante, su teoría de soberanía no toma en cuenta las dimensiones reales del colonialismo y mucho menos puede plantear soluciones. Termina entonces con una soberanía de papel; una soberanía sin soberanía. Al que como a Rivera le interese el problema colonial debería ser consecuente y buscar una explicación a éste que dé soluciones concretas más allá del estatus. No es posible atacar efectivamente a la colonia si partimos de premisas que buscan resolver otros problemas. Mucho menos podemos si partimos de premisas que son producto de la relación colonial, que se dan por sentadas y se justifican a sí mismas.

Por el contrario, sí podemos (y debemos) atacar efectivamente el problema de la soberanía legal si atacamos la colonia. Para ello, no podemos tomar las herramientas tal y como la colonia nos las da. Necesitamos que la premisa con la que armamos nuestra explicación nos represente, no como colegas movilizando medios ya dados, sino como seres creadores, capaces de producir nuestros propios medios para resolver nuestros problemas, en especial las miserias que hemos creado nosotros mismos. Es así que podemos ir moldeando una soberanía verdadera. En este sentido, la educación sobre la soberanía que Rivera propone no debe limitarse a un catálogo de derechos legales, que a lo sumo le permitirían a uno hacer unos trámites burocráticos. Debe comenzar por reconocer la posición que uno ocupa en relación a los medios que uno tiene para resolver sus problemas inmediatos. A partir de ahí uno busca la manera más efectiva para resolverlos y comienza a entender que los medios y problemas que aparentan ser inmediatos son partes de una estructura y de unos problemas más amplios. Es esa estructura que no controlamos pero que sostenemos (y nos sostiene) la que tenemos que cambiar para que sea plenamente nuestra. Entonces uno puede comenzar a verse como soberano, pero como un soberano que se ha atrofiado, que necesita ponerse en forma y que tiene la posibilidad de hacerlo.
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Thursday, April 23, 2009

Soberanía sin Soberanía: Comentario sobre "Elementos Fundamentales en la Educación sobre la Soberanía," de Ángel Israel Rivera, Parte 3

Nota: Este artículo fue escrito por Joel Colón Ríos y Manuel Marqués Bonilla. Lo hemos dividido en cuatro partes que publicaremos durante esta semana. Para leer la primera y segunda parte favor referirse al texto que le sigue a éste.

Las distorsiones de una lógica encerrada en sí misma

Subordinar los procesos sociales a una lógica encerrada en procesos legales fuerza una reinterpretación de la historia a la manera de transacciones entre colegas. Las concesiones necesarias para mantener el poder del imperio sobre la colonia se presentan como consulta a un igual; el problema del consentimiento en el sentido de que los oprimidos toleran a sus opresores se presenta como consentimiento en el sentido de que nos comprometemos a ciertas obligaciones con un igual, y el poder que ostenta EEUU se esconde tras una repartición de "competencias" entre dos iguales. En fin, las relaciones de poder desaparecen y no hay colonia ni imperio. Esto a pesar de que el propio Ángel Israel Rivera dice que "nada de lo que argumentaré aquí borra estos hechos: en diversos momentos históricos fuerzas represivas estadounidenses, o de nuestro propio gobierno, dificultaron [?] que concretáramos la soberanía plena a la cual tenemos derecho o reprimieron a los proponentes de la soberanía plena, sobre todo al independentismo".

En términos políticos, este círculo vicioso implica el posibilismo como estrategia. Como la soberanía sale de nuestra actual relación con EEUU, es allí donde único podemos obtenerla. La soberanía plena, para Rivera, se reduce a reclamar los derechos que supuestamente ya se nos han concedido dentro de la relación con EEUU. El resultado es que la libre asociación es el estatus perfecto, donde finalmente se reconcilian los derechos que formalmente tenemos con los que aún no hemos reclamado. La explicación de Rivera acerca de la soberanía sirve además de fundamento para el gran error de los defensores de la libre asociación: la confusión entre soberanía como el derecho a decidir entre alternativas de status y soberanía como el poder real del pueblo bajo esa alternativa de status. Como sólo pueden pensar la soberanía a partir de la relación con EEUU, terminan limitándola a la selección entre alternativas de estatus. Según hemos señalado anteriormente ("Soberanías atrofiadas, soberanía plena." Claridad, 12 al 18 de marzo), una cosa es que se le reconozca a Puerto Rico el derecho a decidir cuál será su estatus político y otra cosa muy distinta es quién ostenta la soberanía bajo cada una de esas fórmulas.

Pero la consecuencia más amplia de su enfoque es que las elites nacionales pueden dejar prácticamente intactas las estructuras a través de las que gobiernan y ejercen su poder dentro del ELA, pero pueden desarrollar medios para resolver sus problemas de "crecimiento" o supuesto desarrollo económico, y a cambio, si no les queda más remedio, dan al resto del pueblo alguna que otra concesión. Desde el punto de vista de la soberanía en el sentido legal mismo, por ejemplo, bajo la libre asociación, seguirán aplicando leyes de EEUU en nuestro país (la cantidad y naturaleza de las mismas se determinaría en el tratado de libre asociación, pero la aplicación de las leyes de EEUU en Puerto Rico es la consecuencia inevitable de la mentada "delegación de competencias"). Esto es algo sobre lo que los libre asociacionistas convenientemente guardan silencio (y aparentemente a algunos independentistas no se les ha ocurrido preguntarles), pues no lo ven como una forma atrofiada de soberanía, sino como la forma plena de ella.

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Wednesday, April 22, 2009

Soberanía sin Soberanía: Comentario sobre "Elementos Fundamentales en la Educación sobre la Soberanía," de Ángel Israel Rivera, Parte 2

Nota: Este artículo fue escrito por Joel Colón Ríos y Manuel Marqués Bonilla. Lo hemos dividido en cuatro partes que publicaremos durante esta semana. Para leer la primera parte favor referirse al texto que le sigue a éste.

Los argumentos fatulos de Rivera como prueba de soberanía

Para poder lidiar con el poder que de hecho tiene el Congreso, Rivera recurre a la noción de competencias: "es urgente que nuestro gobierno pueda ejercer las competencias internacionales principales para dirigir un proceso dinámico de desarrollo económico." Las competencias son áreas o asuntos específicos a los que se extiende el poder decisional de alguna entidad. Un ejemplo de la "delegación de competencias" bajo la libre asociación sería delegarle a la Federal Communications Commission (FCC) la facultad de regular las comunicaciones en Puerto Rico. La idea es que Puerto Rico ejerza algunas competencias, EEUU, otras. El problema es que el que es soberano plenamente, por definición, no tiene competencias que un país extranjero pueda agenciarse. Dicho de otra manera, el que es soberano de verdad puede actuar sobre cualquier asunto que le concierna.

A la hora de demostrar que la soberanía la tenemos por derecho, Rivera argumenta que Puerto Rico, en cualquier momento, podría "reclamar que las competencias que el Congreso ejerce por nosotros con nuestro consentimiento, nos sean devueltas" (énfasis nuestro). Entender la actual relación como una basada en nuestro consentimiento contractual es particularmente problemático. Si bien a mediados del siglo pasado los puertorriqueños "fueron consultados" en torno a la Ley 600, difícilmente puede decirse que dicha ley fue el producto de nuestro consentimiento. Aún sin considerar que dicho referéndum fue parte de luchas políticas en las que hubo intensa represión estatal, es innegable que sólo se puede consentir a una decisión política si se tiene la oportunidad de seleccionar entre alternativas reales, pues si no, lejos de consentimiento, lo que hay es un acto de coerción disfrazado de proceso electoral. La única decisión viable para los puertorriqueños de 1950 era votar SÍ. No habían alternativas reales: "o 'consientes' a la aplicación en Puerto Rico de todas las leyes de Estados Unidos y adoptas una constitución que regule aspectos del gobierno interno de la isla, o te quedas con la Ley Jones en su versión original."

Rivera también señala que el hecho de que el Congreso nos consultara sobre la Ley 600 en 1950, demuestra que éste reconoce nuestro derecho a ejercer plenamente la soberanía: "Quien consulta pudiendo no consultar, por el mismo hecho de la consulta, le está reconociendo al consultado el derecho y la capacidad de decidir." Como mucho, lo que se reconoce mediante el acto de consultar es la capacidad de entender sobre lo que se consulta, pero esto para nada reconoce derechos y mucho menos la soberanía. Si un amo les pregunta a sus esclavos si quieren marota o viandas, no quiere decir con esto que les reconoce el derecho a decidir sobre su alimentación, y mucho menos el derecho de resolver sus problemas. Sería más absurdo aún pensar que el amo está obligado a emancipar a sus esclavos porque en un momento les preguntó qué preferían comer. Igualmente, no podemos asumir que en determinado momento el Congreso aceptaría tener una obligación legal a reconocer nuestra soberanía porque nos consultó sobre la Ley 600.

Rivera utiliza otros argumentos legales para demostrar que ya somos soberanos por derecho. No podemos reseñarlos todos, pero el problema principal del intento de demostrar que ya somos soberanos en términos legales es que constituye un círculo vicioso. Asumimos que la soberanía es nuestra por derecho; entablamos relaciones con el gobierno de EEUU en las que nos atenemos a ciertas leyes y jurisprudencia, y de esto se concluye que la soberanía nos pertenece. ¿De dónde sale la soberanía que tenemos por derecho y que se supone descanse en los puertorriqueños? Sale de la misma relación con los EEUU en la que se nos reconoce la posibilidad de reclamar ciertos derechos. La soberanía nos pertenece por "derecho natural," pero sólo porque se asume la relación con los EEUU como un estado natural. Lo único que Rivera logra "demostrar" es la extraña creencia con que empezó: que si reclamamos los derechos reconocidos por los EEUU somos soberanos. Estar preso de esta lógica distorsiona problemas que van más allá de asuntos legales.

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Tuesday, April 21, 2009

Soberanía sin Soberanía: Comentario sobre "Elementos Fundamentales en la Educación sobre la Soberanía," de Ángel Israel Rivera, Parte 1

Nota: Este artículo fue escrito por Joel Colón Ríos y Manuel Marqués Bonilla. Lo hemos dividido en cuatro partes que publicaremos durante esta semana.

La importancia de la enajenación en el debate sobre la soberanía

El debate en torno a la soberanía se ha intensificado en los últimos meses. Una de las últimas contribuciones es "Elementos Fundamentales en la Educación sobre la Soberanía," de Ángel Israel Rivera (publicado en la edición de Claridad del 26 de marzo al 1 de abril de 2009). En este breve escrito, nos proponemos responder a algunos de los argumentos allí presentados. Nos parece que aunque el Profesor Rivera tiene buenas intenciones y pone mucho cuidado en sus argumentos, parte de unas premisas que lo llevan a errores serios que todo el que esté interesado en el problema de la soberanía debe evitar.

El argumento principal de Rivera es que "la soberanía ya le pertenece al Pueblo de Puerto Rico." Con esto, el autor no pretende sugerir que Puerto Rico actualmente ejerce de lleno esa soberanía sino que tiene derecho a decidir que nuestro gobierno "pueda ejercer plenamente los atributos o competencias de la soberanía." Según el autor, dicho derecho no está sólo reconocido por el derecho internacional sino por el Congreso de Estados Unidos, de manera que "ningún puertorriqueño debe cometer el dislate de decir que la soberanía la ostenta el Congreso."

Antes de pasar a responder a algunos de los argumentos de Rivera, hay que aclarar que el ejercicio de la soberanía no se limita a meras cuestiones legales. La soberanía, en términos prácticos, se refiere a que el pueblo constantemente actúa y crea los medios necesarios para resolver sus problemas. Visto de esta forma, la soberanía siempre la ejerce el pueblo, aunque a veces sólo pueda hacerlo a medias. Así, incluso en la independencia, podríamos distinguir entre situaciones en que la soberanía del pueblo queda atrofiada como resultado de que unos grupos logran hacerse con el poder (los grandes intereses, la clase política, ya sean nacionales o extranjeros) y la soberanía plena, en la que el pueblo posee las herramientas y la posibilidad real de satisfacer sus necesidades. Negar esta distinción implica negar la existencia de relaciones de poder, lo cual es la forma de eñangotamiento más extrema, pues ni si quiera reconoce la propia situación servil. No hay duda de que en Puerto Rico el Congreso ostenta la soberanía, pues logra dirigir las estructuras que condicionan y limitan la manera en que los puertorriqueños se organizan para resolver sus problemas. También desde un punto de vista puramente legal esto es así, pues el Congreso tiene el poder de adoptar leyes que aplican en Puerto Rico, lo cual es la manifestación legal de la soberanía. Eso es cierto independientemente de que los puertorriqueños hayamos o no consentido a que el Congreso adopte leyes para la isla, o de que podamos rechazar o modificar ese estado de cosas.

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Monday, April 20, 2009

Los Expatriados

Este blog está conformado por puertorriqueños en diferentes partes del mundo. Nuestro propósito en este espacio es desarrollar explicaciones sobre la realidad colonial puertorriqueña que sirvan para atacarla efectivamente.

La dificultad de esta labor está en que uno mismo está implicado en esa relación colonial que quiere criticar. Nuestras herramientas no son del todo nuestras y son parte de unas condiciones que controlamos muy poco. En este sentido no somos expatriados porque, como la mayoría de los puertorriqueños, estamos fuera del territorio nacional, sino porque como puertorriqueños nuestro país no nos pertenece de lleno.

Dado que el problema es de todos, nuestro trabajo requiere entonces que miremos más allá de los problemas particulares de los grupos en los que nos desenvolvemos en el país, a la fuente de los problemas comunes. Para ello tenemos que transformar las herramientas que tenemos a nuestra disposición para que puedan atacar esa fuente y no los problemas inmediatos para los que fueron diseñadas. Así vamos desarrollando medios y condiciones que necesitamos para construir una patria realmente nuestra.

Esa patria que deseamos no se puede lograr sin los otros pueblos. El caso de Puerto Rico, aunque tiene la peculiaridad de ser una colonia en el sentido clásico, no es único: ningún pueblo, en mayor o menor grado, es dueño propiamente de su nación. De la misma forma que no podemos limitarnos a bregar sólo con los problemas de nuestros grupitos en el país, no podemos usar herramientas incapaces de bregar con la raíz de los problemas comunes a todos los pueblos.

Sabemos que el trabajo que hacemos aquí es sólo parte de todo el trabajo que nuestra meta requiere, y que no estamos solos en este proyecto. Es por eso que queremos que este espacio sirva a todo/a el/la que quiera resolver el problema colonial.

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