Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Friday, May 1, 2009

La situación del trabajo y el trabajador en este 1ro de mayo, parte 2

Nota: Este artículo lo hemos dividido en 3 partes que publicaremos durante el resto de la semana. La primera parte le sigue a éste texto.

La crisis capitalista y la reforma: todo cambia menos la subordinación del trabajo

Las crisis vienen cuando la manera en que el capital ha ido organizando las condiciones para explotar al/a la trabajador/a se vuelve inefectiva, porque las mismas necesidades que va creando el/la trabajador/a hacen que el sistema tenga que atender demasiados problemas como para que sea rentable al capitalista. El problema es típico de cualquier sistema imperial, pues trata de imponer las necesidades de uno sobre las necesidades de muchos y esto no se puede mantener intacto por mucho tiempo. El que está en el poder se vuelve insensible a las necesidades de la mayoría, las cuales se vuelven mayores y más complejas, por lo que periódicamente hacen falta reformas. El trabajo, subordinado al mercado capitalista como fuerza de trabajo que se vende, va logrando desarrollos tecnológicos y políticos según lo que requiere el capitalismo, pero con el tiempo van surgiendo problemas ineludibles para los que la manera en la que el capital organizó la sociedad originalmente no tiene solución efectiva. En esos momentos los capitalistas tienen que buscar la forma de reorganizar toda la sociedad sin cambiar la base del capitalismo: que el/la trabajador/a tenga que vender su capacidad de trabajar y comprar todo lo que necesita de tal forma que los capitalistas puedan emplearlo, pagarle lo que le cuesta reproducir esa mano de obra y quedarse con el valor total de lo que produce (ver parte 1, útlimo párrafo).
El desgaste de las maneras en las que los capitalistas organizan la producción global se complica porque los capitalistas buscan la forma de que la reproducción de capital (tomar el dinero acumulado, comprar herramientas, materiales y mano de obra, producir algo y venderlo para tener más dinero) sea lo más rápida posible, y a menudo el capital acumulado no tiene salida, en especial, si han logrado empobrecer a los trabajadores al punto de que a penas pueden comprar una ínfima parte de toda esa riqueza producida. Entonces encuentran en las arriesgadas acrobacias financieras la forma de quedarse en el reino del dinero y evitar tener que bregar con todo lo que es de este mundo, del trabajo, sobretodo con el/la trabajador/a que suda, se cansa, se enferma; que quiere otras cosas que simplemente hacer chavos; que se rehúsa a seguir el tiempo que marca el oro.

Bajo el ritmo normal de la vida en el capitalismo, como se produce primeramente para aumentar el capital, surgen necesidades enfermizas y se vive en constante insatisfacción y frustración. El/la trabajador/a en su vida cotidiana como asalariado/a no puede ser creativo/a en su trabajo, aprende poco y se hace daño; lo que produce a menudo no lo puede comprar, si lo puede comprar suele estar mal hecho, y si por fin consiguió lo que no podía comprar ya se produjo más riqueza que ahora no puede comprar. Como no controla lo que puede crear pero sigue teniendo la necesidad de crear, encuentra a menudo distracciones obsesivas, muchas de las cuales el capitalismo no tarda en empaquetar y vender. Cuando las crisis estallan, los capitalistas exigen más y mayores sacrificios de los trabajadores y en el peor de los casos los botan y cierran sus fábricas y tiendas con la esperanza de salvar su capital mientras la situación mejora. Pero como los trabajadores no pueden comprar, no hace sentido que ningún capitalista ponga su capital "a producir". Mientras tanto, las cosas que los trabajadores necesitan no se producen, y las que ya están producidas (incluyendo las herramientas y los materiales para producir) se guardan bajo llave mientras los trabajadores pasan sus peores miserias.

En este punto los capitalistas no pierden tiempo en movilizar al resto de la sociedad para que venga a su rescate. Esto no suele ser difícil cuando todo el mundo de hecho necesita que el capital circule. No hay que olvidar que bajo este arreglo, como único uno puede satisfacer las necesidades propias es satisfaciendo las del capital. Por esto, los intelectuales reformistas ya tienen casi todo el trabajo hecho, puesto que la gente nota que si el capital no se mueve para emplearlos, la vida empeorará.

Los reformistas que más simpatizan con los trabajadores y que están al tanto de la lógica del sistema reconocen en este punto que aunque el capitalismo explota y nos tiene que llevar a otra crisis, tenemos que salvarlo porque no podemos llegar a una sociedad radicalmente distinta si antes no resolvemos los problemas inmediatos. Esto es cierto, pero la manera de atacar los problemas inmediatos no puede depender por completo de que el capital nos explote. Necesitamos resolver los problemas inmediatos estableciendo las condiciones básicas de las cuales depende la sociedad que queremos, donde el trabajo no está subordinado a sus creaciones. Es lo mismo que con cualquier proyecto: si uno quiere hacer una mesa redonda, por ejemplo, no agarra las herramientas, los materiales, las técnicas y los planos que uno usa para hacer un banco y al final dice: "por lo menos podemos comer sobre él". Si lo único que uno tiene son las condiciones con los medios para hacer lo de siempre uno los tiene que cambiar de manera que correspondan al fin que uno persigue.

El rumbo que tomará la reorganización de la crisis e incluso si será victoriosa o no dependerá de qué tan bien estén organizados los trabajadores. Cuando sus líderes e intelectuales se limitan a usar el plano basado en el capitalismo, no importa cuán bien organizados estén, es cuestión de conseguir concesiones--que por lo general ellos disfrutan más que nadie--y esperar entonces por el tiempo del imperio, el movimiento cíclico, la vuelta del péndulo o el eterno retorno para entonces supuestamente volver a tener otro adelanto. Este cuento lo hacen en todas las crisis y aquí estamos de nuevo. Si hay péndulos, movimientos cíclicos y eternos retornos es en buena medida gracias a la implementación de esos cuentos. Cuando por el contrario, se desarrollan los líderes e intelectuales que toman seriamente el plan de una sociedad nueva--un plan que teniendo como centro el trabajo no está escrito en piedra como el que tiene por centro el capital, sino que es dinámico--, no sólo se consiguen concesiones que resuelven los problemas inmediatos, también comienzan a desarrollarse las estructuras que anuncian la sociedad nueva.

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