Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Friday, May 29, 2009

La nominación de Sonia Sotomayor

La nominación de Sonia Sotomayor para el Tribunal Supremo de Estados Unidos ya ha comenzado a provocar las tradicionales discusiones entre abogados sobre la calidad de las decisiones judiciales pasadas de un nominado a dicha posición (ver por ejemplo, aquí). Además, han comenzado a cuestionarse varias de sus expresiones fuera de los tribunales que indican su posición política sobre algunos asuntos. El mismo hecho de que en una conferencia Sotomayor haya expresado que los jueces de apelaciones hacen “política pública” (ver aquí), lo cual debería ser obvio (ver aquí), ha causado un gran revuelo entre los comentaristas que se aferran a la idea de que los jueces no hacen otra cosa que interpretar leyes. Igualmente, su posición en un artículo en cuanto al rol que juega la raza y el género de un juez en la toma de desisiones jurídicas (ver aquí, y para un análisis mucho más interesante de otra parte de ese artículo muy poco mencionada, ver aquí), o de que en su tesis de bachillerato en Yale se hubiese expresado a favor de la independencia de Puerto Rico (ver aquí), se han convertido en objetos de discusión en un sistema mediático que vive de vender controversias. También se ha enfatizado la importancia del nombramiento de una puertorriqueña al máximo organismo judicial de los EEUU, lo que para los puertorriqueños, naturalmente, ha sido el centro de la discusión (para un análisis interesante, ver aquí).

No pretendemos negar los méritos de Sotomayor o la satisfacción que se pueda sentir frente al hecho de que la hija de dos puertorriqueños que emigraron a EEUU a mediados del siglo pasado, criada en un residencial público del Bronx, tenga ahora la posibilidad de ocupar una de las principales posiciones en la estructura gubernamental de ese país. Sin embargo, nos parece importante señalar lo siguiente. Los nombramientos de minorías o de personas pertenecientes a grupos históricamente subordinados a puestos gubernamentales siempre se presentan como victorias substanciales, pues se piensa que a partir de ese momento estos grupos tendrán un verdadero representante en una posición de poder. Pero no puede perderse de vista que el ser nombrado al Tribunal Supremo de Estados Unidos, o a cualquier otra posición de poder, como lo es la presidencia de EEUU, supone estar llamado a ser parte de los más altos componente de una estructura gubernamental que oculta, bajo la apariencia de igualdad del "estado liberal de derecho", importantes relaciones de poder. Relaciones en las que grandes sectores de la población, sobre todo aquellos con transfondos de clase similares a los de Sotomayor, ocupan el lugar menos privilegiado. En ese sentido, no se trata de que los grupos subordinados ahora vayan a tener en el Tribunal Supremo a alguien cuya función será proteger sus intereses, sino de que una persona que pertenece a un grupo históricamente subordinado, ha sido llamada a formar parte del aparato jurídico que, al menos en parte, sostiene esas relaciones de subordinación.

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