Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Tuesday, May 12, 2009

La situación del trabajo y el trabajador en este 1ro de mayo, parte 3, sección 1

Nota: La Parte 3 está dividida en 3 secciones y aquí les brindamos la primera de ellas.

Sección 1: El periodo reformista como antesala al neoliberalismo

La crisis global y la crisis del modelo colonial en Puerto Rico no son excepciones a la regla o exabruptos de lo que para sus defensores es un sistema, por lo general, justo y coherente, sino la manifestación más clara de la irracionalidad que es la norma del capitalismo y de todo sistema imperial. No podemos conformarnos con explicaciones por parte de intelectuales que sólo ven la naturaleza humana en el capitalismo o en la colonia, por lo que se limitan a ver movimientos cíclicos, pendulares o de eternas luchas entre el bien y el mal o entre el orden y el desorden. Esto a lo que lleva es a conformarse con bregar dentro de las posibilidades de la reforma con el supuesto de adelantar las posiciones de los trabajadores y trabajadoras, pero adelantarlas siempre y cuando sigamos dentro del capitalismo y su coloniaje. La nueva crisis mucho menos nos autoriza a cruzarnos de brazos en espera de que la misma locura del sistema lo desgarre. Tenemos que mirar más allá de la premisa de que el capitalismo y el coloniaje son las condiciones indispensables para poder proponer soluciones eficaces. Para esto nos corresponde explicar de qué manera específica se organizó el capitalismo neoliberal que está en crisis ahora.

No pretendemos cubrir todos los detalles de lo que es un problema complejísimo, sino resaltar algunas de las tensiones básicas, generadas por la subordinación de los trabajadores y trabajadoras, que hacen que el sistema entre en crisis. La etapa de la posguerra, momento donde Estados Unidos se convirtió en el indiscutible epicentro del capitalismo mundial, ya contiene el germen de la subsiguiente etapa neoliberal. Al ver cómo esta etapa sienta las bases para la crisis de hoy, vemos de paso cómo el reformismo, que trabaja sólo dentro de los límites del sistema, si bien le ganó muchas concesiones a los trabajadores y trabajadoras en esta etapa que logró dominar, fracasó en fortalecer la posición de éstos para que pudieran mantener los adelantos logrados; lo que sí logró fue fortalecer la posición del capital frente al trabajo.

El acuerdo firmado en Bretón Woods, New Hampshire en 1944 entre banqueros, economistas y representantes de varios países fue lo que marcó las nuevas reglas de juego para el capitalismo global, donde el dólar iba a ser el eje alrededor del cual iba a girar el nuevo orden monetario internacional. De ese evento también surgieron dos instituciones íntimamente ligadas con Washington y que desempeñaron un papel muy importante en el curso de la historia tanto en la etapa reformista como en la etapa neoliberal: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Por otro lado, el Plan Marshall facilitó los medios para la reconstrucción de las economías destruidas por el conflicto bélico, lo que brindó a los Estados Unidos una creciente demanda foránea de sus productos (según ciertos estimados, Estados Unidos producía más del 50% de los productos industriales mundiales luego de la guerra), además de detener la avanzada de movimientos anticapitalistas en el exterior en el contexto de la guerra fría.

El capitalismo norteamericano parecía garantizar un ambiente relativamente estable dentro del cual la inversión, el comercio y la producción podían crecer rápidamente a través de gran parte del mundo. La llamada “época dorada” del capitalismo representó para muchos reformistas la confirmación de que las intervenciones del gobierno no sólo podían sacar a la economía mundial de la depresión de los 30, sino que también podían evitar los movimientos cíclicos que habían caracterizado la historia del sistema. Este éxito era celebrado aún más cuando se señalaban los crecientes niveles de vida material a los que estaban expuestos especialmente la mayoría de los estadounidenses, independientemente de que no tenían ni voz ni voto sobre el fruto de su trabajo, o lo que es igual, ningún control directo.

Es importante notar que no podemos explicar la materialización del llamado "excepcionalismo americano", donde una parte sustancial de la población se benefició de una manera u otra, enfocándonos solamente en el rearreglo internacional luego de la Segunda Guerra Mundial. También es importante comprender el papel del reformismo, que logró un pacto entre el capital corporativo y el sector laboral unionado dentro de la sociedad estadounidense, así como en las potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. Si bien el McCarthysmo y legislaciones como el acta Taft-Harley debilitaron a las uniones en EEUU, las mismas lograron posicionarse como entidades con el potencial de obtener concesiones sustanciosas para la clase obrera dado al miedo que había a que resurgieran movimientos sociales radicales como los que se dieron durante la Gran Depresión: muchos de ellos inspirados en ideales marxistas y que cuestionaban la subordinación del trabajo al mercado capitalista. Además, el surgimiento de la Unión Soviética seguía siendo una inspiración latente que debía ser controlada. No obstante, los arreglos entre ambos bandos no alteraron de manera fundamental la forma en que las corporaciones operaban y la forma en que el trabajo seguía siendo subsumido al mercado capitalista. Las corporaciones seguían teniendo control absoluto sobre las decisiones operacionales de la empresa, como por ejemplo, sobre las decisiones acerca de la producción, inversión, desarrollo de tecnología y mercadeo. A cambio de que aceptaran estos poderes gerenciales, a las uniones se les reconocía como representantes legítimos de los intereses inmediatos de los trabajadores y trabajadoras siempre y cuando los mismos no cuestionaran el poder y control de los capitalistas sobre las empresas y, por tanto, sobre la producción. En otras palabras, las uniones garantizaban una fuerza laboral dócil a cambio de mejores condiciones de trabajo, mejores oportunidades de conseguir empleo y salarios crecientes (en muchos casos no sólo ajustados por inflación, sino también por aumentos en la productividad de los trabajadores). La otorgación de todos estos beneficios fue en gran medida posible gracias a los aumentos en productividad (la reducción del costo por unidad producida) y la situación geopolítica de EEUU durante el periodo posguerra, que duró aproximadamente 20 años.

El periodo neoliberal hizo su entrada cuando la rentabilidad de las corporaciones se estancó, por lo que se adoptaron políticas que llevaron al desmantelamiento del acuerdo entre capital y trabajo que acabamos de examinar. Los países destruidos durante la Segunda Guerra Mundial habían terminado su reconstrucción y alcanzado a EEUU en términos de crecimiento capitalista. Este logro fue posible, entre otras cosas, gracias al desarrollo que EEUU mismo promovió en ellos para poder fortalecer a sus aliados contra los soviéticos y poder nuevamente competir con ellos. Al aumentar la producción mundial, la competencia fue mayormente a base de precios y el salario de los trabajadores y trabajadoras como costo de producción imputado al precio de venta, se convertía de manera más explícita en un ente antagónico a las ganancias capitalistas. Es decir, salía a flote que bajo esas nuevas circunstancias ambas variables no podían moverse en la misma dirección de manera sostenida. Esto es fundamental para explicar el estancamiento en los salarios reales estadounidenses por las últimas tres décadas.

La situación se complica cuando se requiere una creciente demanda que pueda absorber toda esa producción global y es aquí cuando el capitalismo se reorganiza y eleva el papel del crédito a una posición fundamental. La deuda se convierte en el nuevo vehículo para garantizar que haya un equilibrio entre producción y ventas. Al trabajador se le provee un mayor poder adquisitivo vía crédito en lugar de aumentar sus salarios. Esta alternativa es importante dada la cultura de consumo desarrollada durante la edad de oro, donde al trabajador se le había acostumbrado a experimentar niveles crecientes en los estándares de vida gracias a los aumentos en productividad y en salario. Los capitalistas dejaron de pagar mejores sueldos y, por consiguiente, estos se estancaron, y se abrió la puerta a la dependencia del trabajador en el crédito. Desde el punto de vista del capitalista, el interés devengado de los préstamos era una manera más fácil de capitalizar que el proceso descrito anteriormente donde le compra la fuerza de trabajo a los trabajadores y trabajadoras y se apropia del valor del producto total, valor que excede el valor de esa fuerza de trabajo que compró.

El capitalismo orientado a aumentos en la demanda vía aumentos en el consumo, para estimular la producción, que a su vez lleva al sistema a una posición de empleo pleno (postulados fundamentales del keynesianismo), fue posible gracias a las inversiones de la posguerra, el acuerdo entre capital y trabajo, y el régimen de Bretón Woods. A nivel nacional los ingredientes institucionales del keynesianismo junto con sus correspondientes estructuras internacionales, dieron paso a que surgiera otra de las características particulares del periodo neoliberal: el capital transnacional y su articulación vía las empresas multinacionales. Al aumentar el grado de competencia luego de la recuperación europea y japonesa, muchos firmas dentro de varios de los sectores industriales buscaron localizarse en sitios más rentables.

El proceso de relocalización contribuyó a que el sector obrero fuese perdiendo fuerza ya que se iban perdiendo empleos, cosa que ayudó a frenar el crecimiento en salarios dado, entre varios factores, a la erosión en el poder de regateo del sector laboral, pero, como mencionamos anteriormente, el que se haya facilitado crédito a los trabajadores y trabajadoras sustituyó los aumentos en salarios para que continuara la demanda de más y más bienes y servicios, cosa que a su vez puso presiones inflacionarias en el sistema. De hecho, una de las características del periodo neoliberal es un aumento tanto en el desempleo como en la tasa de inflación, dos instrumentos asociados con disciplinar a la clase trabajadora, cuyos beneficios crecientes ponían en peligro a las ganancias corporativas dado el nuevo ambiente competitivo a nivel internacional.

En fin, el acuerdo feliz entre el capital y el trabajo había terminado unilateralmente a principios de los '70 con la reorganización del sistema en busca de mantener su rentabilidad. La transición fue posible gracias al surgimiento de compañías multinacionales y a la extensión de crédito dentro del andamiaje monetario internacional, desarrollado alrededor del papel hegemónico de la economía estadounidense. El hecho de que los trabajadores y trabajadoras no tuvieran ningún derecho sobre el desarrollo de estas estructuras y la manera como cayeron las concesiones del pacto dejan claro que los trabajadores y trabajadoras, aun con todo lo obtenido en el periodo reformista, no sólo seguían produciendo de acuerdo a las necesidades de los capitalistas, sino que no desarrollaron sus propias condiciones para hacerle frente al capital y hacerse dueños de su propio destino.

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