Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Thursday, May 21, 2009

La soberanía más allá del estado como actor

Algunos independentistas definen la soberanía desde la perspectiva de las relaciones internacionales como el poder que tiene un estado para gobernarse. Por tanto, para que haya soberanía no puede haber un poder externo que subordine al estado a su voluntad. Un país es independiente cuando no se encuentra subordinado a otro poder y, cuando hay otro poder doblegándolo, es una colonia.

Esta concepción de soberanía permite desenredar los líos que arman los colonialistas Populares sobre qué significa tener soberanía. No somos soberanos y no podemos serlo mientras EEUU someta a Puerto Rico a sus instituciones. También podríamos argumentar que no somos ni seremos soberanos mientras estemos sometidos a los dictados del mercado capitalista internacional o de las compañías transnacionales.

Sin embargo, es peligroso limitarnos a ver al estado como un actor que se gobierna a sí mismo. No podemos perder de vista que el que en realidad actúa y se regula a sí mismo, por medio del estado, es el ser humano. En primer lugar, si sólo miramos al estado asumimos acríticamente la posición privilegiada de los grupos dominantes, desde la que lo importante es lo que ellos puedan hacer con el estado y no los problemas concretos de la gente. Desarrollar una estrategia propia, es decir, anti-colonial, se vuelve imposible. Si nos limitamos a ver al estado sin las relaciones sociales que lo componen, perdemos de vista que hay estados que independientemente de que estén sometidos a un poder externo o no, están constituidos de tal manera que aún siendo creaciones del ser humano (y, por lo tanto, debiendo estar a su servicio), terminan dominándolo. Se vuelven poderes internamente externos. Si reducimos el problema de la soberanía al estado que se gobierna a sí mismo, facilitamos además la concepción de la comunidad internacional como una de individuos en igualdad de condiciones, ocultando así el problema fundamental de la interdependencia basada en relaciones de poder, tanto a nivel de la hegemonía estadounidense, que hace que otros países supuestamente soberanos se sometan a sus instituciones, como del capital transnacional, que incluso supedita a los poderosos EEUU a sus necesidades.

Los independentistas necesitamos que nuestra concepción de soberanía tome en cuenta y sea capaz de explicar estos problemas para luchar por una soberanía verdadera, atacando las múltiples dimensiones del colonialismo. Tenemos que concebir al estado como actor para entender las relaciones internacionales, pero esta concepción no puede ocultar cómo los individuos utilizan los poderes del estado, así como de estructuras supraestatales, para resolver sus problemas, dándoles así vida.

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