Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.

- José Martí

Monday, June 13, 2011

Hay economistas y hay economistas

En su ensayo “Que me perdonen los economistas”, publicado en el diario El Nuevo Día, el licenciado Hiram Lozada hace eco de muchas críticas a la disciplina económica que han resurgido con la presente crisis. El autor identifica la falta de la dimensión colonial en los análisis económicos de la situación de Puerto Rico como fundamental para poder vislumbrar soluciones para la crisis socio-económica que arropa al país. Esta observación está enmarcada dentro del reconocimiento del autor de que hay que escoger qué cosas enfatizar y cuáles dejar a un lado cuando se trata de examinar y comprender un fenómeno social para poder vislumbrar “el fin de los malos tiempos”.
Para avanzar su crítica, Lozada adopta el lente económico y menciona al empleo, la construcción y las ventas como algunas de las variables más importantes que reflejan el estado de salud de la economía puertorriqueña. Tras mencionar cómo el empleo y la construcción andan estancados, Lozada apunta su mirada a la celebración de “un leve auge en las ventas” y señala cómo ese tipo de actividad “no rinde beneficios duraderos al país” dado que se le está comprando a vendedores foráneos. Dentro de esta lógica, si las compras se le hicieran a productores locales, esos productores podrían gastarlo en otros productos y servicios locales. Estos gastos a su vez generarían otra serie de gastos e inversiones, llevando así a un círculo virtuoso basado en la actividad económica local que podría tal vez sacarnos del atolladero dado que se estimularía la inversión, el empleo y la producción a través de los eslabonamientos entre sectores domésticos y los llamados “efectos multiplicadores” entre los mismos (lo que yo gasto es el ingreso de otro, quien también gasta, y así sucesivamente se espera la generación de actividad económica).

La lógica descrita arriba encaja con su conclusión de que en tiempos de crisis el gobierno debe “aumentar su intervención y el gasto público”, estrategias económicas identificadas con el pensamiento de John Maynard Keynes, y que en definitiva el presente gobierno del Partido Nuevo Progresista no representa. Para Lozada, la dependencia en importaciones y su relación con la crisis socioeconómica son el resultado de la situación colonial.

Si bien compartimos el reconocimiento de que la condición colonial es parte importante del problema, resulta interesante y algo problemática la conclusión del autor de que “nuestra economía no es nuestra, está tomada para el beneficio del capital extranjero”. El autor parece insinuar que la solución a la crisis es que la economía esté controlada por el capital local dentro de un marco no-colonial entendido dentro del andamiaje legal del derecho internacional.

Creemos que un debate más rico se daría con la conclusión de que el fin del colonialismo es una condición necesaria pero no suficiente para luchar contra la crisis económica que tiene complejas conexiones con otras dimensiones de la crisis social que está enfrentando Puerto Rico. Decimos esto cuanto menos porque ningún estado soberano ha podido escapar de la inestabilidad que le es inherente al capitalismo.

Por ejemplo, desde el periodo de la post-guerra hasta el presente, el Buró de Estadísticas Laborales ha identificado más de diez recesiones en Estados Unidos ocurriendo tanto durante el periodo del capitalismo regulado como en su etapa neoliberal, lo que implica, no sólo que los distintos gobiernos no han podido cumplir sus promesa de erradicar el ciclo económico, sino que la inestabilidad es una propiedad genética del capitalismo. Y esto es en términos de ver las cosas vía el crecimiento en la producción. En países como China e India, que son considerados como económicamente exitosos dado sus altas tasas de crecimiento, los partidos supuestamente comunistas que los gobiernan han expulsado a millones de campesinos de sus tierras para poder construir infraestructura para el capital y sus necesidades. Según el politólogo David McNally, China ha tenido que crecer a un 8% simplemente porque tiene que absorber a los cerca de 30 millones de personas que han sido sacadas de sus tierras y que no les queda más remedio que insertarse en el mercado laboral.

En conclusión, la operación de un sistema que tiene como meta la acumulación de la ganancia va a traerle en repetidas ocasiones sufrimiento a aquellos que sólo tienen su capacidad de trabajo para ofrecer en el mercado. Esto irrespectivo de si se es una colonia o un país soberano, de si se es un estado o una república. Para empezar a hablar de verdaderas soluciones hay que introducir este factor de cómo opera el sistema en la discusión, y muchas veces es mejor ver las cosas a través de otros lentes que no sean el que nos brinda la disciplina económica como la conocemos. En eso sí, que nos perdonen los economistas.

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